Tony Raful - 9/9/2008
En tiempos de crisis y siniestros, ¿tenemos derecho a hablar del alma? Cuando más honda es la carencia material, la marginalidad, la pobreza, ¿podemos abordar los temas profundos y determinantes de la conciencia vinculada a lo espiritual? Bertolt Brecht se preguntaba si era posible cantarle a la rosa en tiempos sombríos, y él mismo se respondía diciendo que sí, que se cantará a la rosa en los tiempos sombríos.
Pero el tema de la conciencia, del cerebro, del alma, no está separado del ejercicio de vivir, una gran cantidad de personas vive acogotada por la incapacidad de comprender los fenómenos cotidianos y la nulidad casi absoluta para contrarrestar sus efectos desestabilizadores. Vivimos cada vez con mayor intensidad en un marco social demandante, casi mecánicamente, manipulados por el mercado y bajo una creación incesante de nuevas necesidades cuyo sentido superfluo consume la atención humana bajo una danza de ansiedad y pulsión.
Pero no somos lo que representamos sino una búsqueda de lo trascendente que no alcanzamos a vivir en la dimensión de tiempo y espacio donde habitamos. Ouspensky planteaba el “cuarto camino”, una vía del despertar de la conciencia, para él, vivíamos y actuábamos de manera no consciente, en una especie de sonambulismo, nuestra actividad era estimulada por vínculos orgánicos y programas que nos llevaban a interactuar socialmente sobre la base de una oscuridad de escogencia situando todos los ciclos de la vida en movimientos inconscientes de acción porque solamente cuando la conciencia despierta, rompe el equilibrio de la mente cautiva y se abren las perspectivas de niveles de percepción que convierten en factores responsables de nuestras conductas las categorías espirituales de vida.
Krishnamurti dijo que el pensamiento era el causante de la falta de equilibrio de la vida humana porque deformaba todo lo real y que había que convertirse en observador de sí mismo y no apropiarse de un sentido de la realidad sino expresar holisticamente la vida sin sujeción a sectas ni creencias. Acabo de leer un texto sumamente interesante del doctor Fernando García de Haro, psiquiatra español, donde hace una serie de consideraciones basadas en los últimos hallazgos científicos, que merecen ser destacadas para su posterior estudio y reflexión.
En su obra “El secuestro de la mente”, el autor señala, “El creyente nunca es consciente de que su creencia puede ser falsa, se presenta ante su mente como una evidencia, y sobre todo como algo de lo que no puede prescindir, porque forma parte de su mundo, de la realidad en la que vive. En las creencias, el hombre vive en un mundo de fantasía, en el “mythos”, en un mundo imaginario creado por la necesidad y el esfuerzo de interpretar la realidad para poder sobrevivir en una naturaleza llena de maravillas, de peligros y de necesidades.
El “mythos” es un esfuerzo primario por explicar la realidad que no podemos comprender, de salir de nuestra insoportable ignorancia, una huída hacia el mundo soñado, ya que la razón no es capaz de dar respuestas satisfactorias a la necesidad vital y urgente de saber dónde estamos y quiénes somos, y así superar la angustia al sentirnos perdidos en la realidad y frustrados en nuestras más intimas esperanzas”. García Haro abunda sobre el tema precisando, que “El afirmar que las creencias son semejantes a los delirios patológico, aunque de origen cultural, quizá no sea políticamente correcto, pero es de una importancia capital para comprender el fenómeno. ¿Podemos evitar tanto sufrimiento como nos causan los mundos químicos? Difícil es que el creyente, y esto es una prueba más del carácter deliroide de las creencias, haga una catarsis y critique sus ideas, afectos, pero siempre se puede tener la esperanza de aportar un grano de arena a este problema, que se me antoja el más grave y peligroso que tiene la humanidad.
La razón, la búsqueda de la realidad y la transformación creadora de esta, la democracia, la tolerancia y los derechos humanos son caminos llenos de esperanza para salir de este callejón sin salida en el que nos tienen prisioneros las creencias, esas formas obsoletas de comunicarnos con la realidad. El. Abandono de la idolatría de las creencias, sean estas religiosas o laicas, nos lleva a una preocupación por la vida concreta, por un respeto y preocupación por el ser concreto, por cada uno de nosotros, que somos los únicos que sufrimos y gozamos… los estoicos desconfían de toda creencia que les arrastre a sufrir, como la creencia de que la riqueza, el poder u otras cosas externas son las que dan la vida plena, los epicúreos atribuyen a las desgracias humanas a las creencias falsas como la creencia en la inmortalidad, y los escépticos afirman que toda creencia es sospechosa de falsa, puesto que es una presunta verdad no probada por definición de creencias y nos puede llevar a la infelicidad y a la catástrofe vital…”
Este texto del doctor García Haro aborda múltiples problemas relacionados con la conducta humana y con el funcionamiento del cerebro, incluso establece con claridad científica la complejidad y relación entre cerebro, conciencia y voluntad, pues anulado el cerebro no solamente por el acto de muerte, sino por enfermedad degenerativa o coma, desaparece tanto la conciencia como la voluntad. En ese momento, ¿Dónde está el alma? ¿Es el alma la memoria? ¿Somos los que pensamos? ¿Si no tenemos funcionamiento del cerebro, hacia dónde se fuga el alma? ¿Es posible la existencia de Dios, inspiración de toda vida y energía consciente en expansión, sin la trascendencia del ser humano, en cuanto individuo? Volveremos sobre estos temas.
Fuente: Listindiario.com
(República Dominicana)
En tiempos de crisis y siniestros, ¿tenemos derecho a hablar del alma? Cuando más honda es la carencia material, la marginalidad, la pobreza, ¿podemos abordar los temas profundos y determinantes de la conciencia vinculada a lo espiritual? Bertolt Brecht se preguntaba si era posible cantarle a la rosa en tiempos sombríos, y él mismo se respondía diciendo que sí, que se cantará a la rosa en los tiempos sombríos.
Pero el tema de la conciencia, del cerebro, del alma, no está separado del ejercicio de vivir, una gran cantidad de personas vive acogotada por la incapacidad de comprender los fenómenos cotidianos y la nulidad casi absoluta para contrarrestar sus efectos desestabilizadores. Vivimos cada vez con mayor intensidad en un marco social demandante, casi mecánicamente, manipulados por el mercado y bajo una creación incesante de nuevas necesidades cuyo sentido superfluo consume la atención humana bajo una danza de ansiedad y pulsión.
Pero no somos lo que representamos sino una búsqueda de lo trascendente que no alcanzamos a vivir en la dimensión de tiempo y espacio donde habitamos. Ouspensky planteaba el “cuarto camino”, una vía del despertar de la conciencia, para él, vivíamos y actuábamos de manera no consciente, en una especie de sonambulismo, nuestra actividad era estimulada por vínculos orgánicos y programas que nos llevaban a interactuar socialmente sobre la base de una oscuridad de escogencia situando todos los ciclos de la vida en movimientos inconscientes de acción porque solamente cuando la conciencia despierta, rompe el equilibrio de la mente cautiva y se abren las perspectivas de niveles de percepción que convierten en factores responsables de nuestras conductas las categorías espirituales de vida.
Krishnamurti dijo que el pensamiento era el causante de la falta de equilibrio de la vida humana porque deformaba todo lo real y que había que convertirse en observador de sí mismo y no apropiarse de un sentido de la realidad sino expresar holisticamente la vida sin sujeción a sectas ni creencias. Acabo de leer un texto sumamente interesante del doctor Fernando García de Haro, psiquiatra español, donde hace una serie de consideraciones basadas en los últimos hallazgos científicos, que merecen ser destacadas para su posterior estudio y reflexión.
En su obra “El secuestro de la mente”, el autor señala, “El creyente nunca es consciente de que su creencia puede ser falsa, se presenta ante su mente como una evidencia, y sobre todo como algo de lo que no puede prescindir, porque forma parte de su mundo, de la realidad en la que vive. En las creencias, el hombre vive en un mundo de fantasía, en el “mythos”, en un mundo imaginario creado por la necesidad y el esfuerzo de interpretar la realidad para poder sobrevivir en una naturaleza llena de maravillas, de peligros y de necesidades.
El “mythos” es un esfuerzo primario por explicar la realidad que no podemos comprender, de salir de nuestra insoportable ignorancia, una huída hacia el mundo soñado, ya que la razón no es capaz de dar respuestas satisfactorias a la necesidad vital y urgente de saber dónde estamos y quiénes somos, y así superar la angustia al sentirnos perdidos en la realidad y frustrados en nuestras más intimas esperanzas”. García Haro abunda sobre el tema precisando, que “El afirmar que las creencias son semejantes a los delirios patológico, aunque de origen cultural, quizá no sea políticamente correcto, pero es de una importancia capital para comprender el fenómeno. ¿Podemos evitar tanto sufrimiento como nos causan los mundos químicos? Difícil es que el creyente, y esto es una prueba más del carácter deliroide de las creencias, haga una catarsis y critique sus ideas, afectos, pero siempre se puede tener la esperanza de aportar un grano de arena a este problema, que se me antoja el más grave y peligroso que tiene la humanidad.
La razón, la búsqueda de la realidad y la transformación creadora de esta, la democracia, la tolerancia y los derechos humanos son caminos llenos de esperanza para salir de este callejón sin salida en el que nos tienen prisioneros las creencias, esas formas obsoletas de comunicarnos con la realidad. El. Abandono de la idolatría de las creencias, sean estas religiosas o laicas, nos lleva a una preocupación por la vida concreta, por un respeto y preocupación por el ser concreto, por cada uno de nosotros, que somos los únicos que sufrimos y gozamos… los estoicos desconfían de toda creencia que les arrastre a sufrir, como la creencia de que la riqueza, el poder u otras cosas externas son las que dan la vida plena, los epicúreos atribuyen a las desgracias humanas a las creencias falsas como la creencia en la inmortalidad, y los escépticos afirman que toda creencia es sospechosa de falsa, puesto que es una presunta verdad no probada por definición de creencias y nos puede llevar a la infelicidad y a la catástrofe vital…”
Este texto del doctor García Haro aborda múltiples problemas relacionados con la conducta humana y con el funcionamiento del cerebro, incluso establece con claridad científica la complejidad y relación entre cerebro, conciencia y voluntad, pues anulado el cerebro no solamente por el acto de muerte, sino por enfermedad degenerativa o coma, desaparece tanto la conciencia como la voluntad. En ese momento, ¿Dónde está el alma? ¿Es el alma la memoria? ¿Somos los que pensamos? ¿Si no tenemos funcionamiento del cerebro, hacia dónde se fuga el alma? ¿Es posible la existencia de Dios, inspiración de toda vida y energía consciente en expansión, sin la trascendencia del ser humano, en cuanto individuo? Volveremos sobre estos temas.
Fuente: Listindiario.com
(República Dominicana)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario